Por: Yoaxis Marcheco Suárez
Me desperté una madrugada sobresaltada en mi vieja casa del
Oriente de Cuba, unos gritos de mujer cortaban el silencio de la noche. La gritería
venía de casa de Omaida, una joven a quien su marido borracho golpeaba sin
misericordia, esa noche la paliza fue grande, los piñazos le dejaron marcas
moradas en los ojos y las patadas, hematomas en el vientre. El vecindario se
activó como un hormiguero, unos corrieron hacia la casa de los gritos y otros
repetían: -ná, yo no me meto en eso, problemas de marido y mujer, ella siempre vuelve
con él y uno siempre queda mal-, algunos repetían con gestos nerviosos: -un día
de estos la va a matar-. Incontables veces la pareja terminaba en el sector de
la policía, pero casi siempre Omaida retiraba la denuncia, y esto era difícil
de entender.
Era la Cuba de mediados de los ochenta, El alcoholismo se
convirtió en un mal social de rápido incremento, con más frecuencia las
borracheras llevaban a actos de violencia y las mujeres eran blanco recurrente.
A muchas, como Omaida, se le notaban las marcas de los golpes en los ojos,
cara, cuello y brazos. La noche en que desperté con sus gritos el marido la
torturaba echando alcohol en sus genitales y vagina. Algunos vecinos lograron
entrar a la casa y quitar al borracho demente de encima de ella que yacía en el
suelo respirando a duras penas. Fue llevada al hospital y el golpeador al
sector de la policía. Pasado unos días del escándalo el marido andaba suelto,
pero Omaida no regresó con él, se fue a vivir a la casa de unos parientes.
En menos de un año sucedieron varios hechos similares, otra
conocida de mi familia se suicidó prendiéndose fuego, su marido la golpeaba y
humillaba en público y se exhibía con una amante sin ningún tipo de escrúpulos.
Dos muchachas que estudiaban en mi escuela secundaria fueron agredidas, una
sobrevivió después de ser apuñaleada por su novio y la otra fue violada por un
grupo de muchachos en el camino de la escuela a su casa. Y algunas otras
historias de esta naturaleza que me fueron cercanas. Ninguno de estos sucesos marcaron
número en las estadísticas. La Cuba castrista ha sido caldo de cultivo para los
abusadores por el reiterado incumplimiento de las leyes que protejen a las
víctimas, muchas se quejan de que las mismas ‘autoridades’ policiales, hombres
en su mayoría, las tratan con desdén y con suspicacia acusadora, reflejando a
claras luces el cuestionamiento: ¿qué habrás hecho para buscarte esto?
En los ochenta en Cuba el sistema pregonaba a todas voces
la igualdad de derechos entre géneros, era un discurso diluido en un entre
comillas, propaganda hueca, desde el número de mujeres integradas al estudio y
al trabajo, las calificadas profesionalmente, las que ostentaban cargos
públicos, eran cifras en papel y ya sabemos que el papel aguanta todo lo que le
pongan. El machismo, la violencia de
género y doméstica eran algo cotidiano: las golpizas, las amenazas, las prohibiciones,
la saturación de las tareas hogareñas sobre las mujeres trabajadoras, el trato
diferenciado en los empleos, el feminicidio y los suicidios motivados por el
ambiente adverso. Y hablo de los ochenta, pero este contexto persiste. Según
Mariela Castro, la hija del general y ‘presidente’ Raúl Castro, “no tenemos feminicidios porque Cuba no
es un país violento”. Es difícil hacer un recuento serio del número de féminas
víctimas de violencia doméstica por ejemplo o de violaciones, los medios
oficiales castristas no informan cifras y cuando lo hacen no son creíbles. La
situación de las mujeres cubanas se agrava debido a la pobre educación sexual y
general, y el desconocimiento por parte de ellas de sus derechos elementales y
la incapacidad de muchas para desenvolverse económicamente.
Recientemente periodistas independientes de la Isla han
reportado algunos casos de mujeres asesinadas por hombres, como el de Misleydis González García, de 47 años de
edad, apuñaleada frente a su propio hogar en Ciego de Avila por su exmarido a
quien había denunciado varias veces (https://www.martinoticias.com/a/cuba-feminicio-mujer-ciego-de-avila/159569.html), el asesinato en una calle de La Habana de Amira Yinett Barrio Vidal de
29 años de edad, muerta también por heridas de arma blanca por su expareja y la
joven cienfueguera de 18 años Leidy Maura Pacheco Mur, quien fuera violada y
asesinada por tres hombres, este ultimo caso reportado incluso por la prensa oficialista (http://www.diariodecuba.com/cuba/1504810879_33823.html).
Cuba, a diferencia de lo dicho por Mariela Castro, es un país con una violencia en ascenso, la sociedad se deteriora progresivamente en la misma medida que la economía se degrada, los valores éticos y cívicos sufren una profunda e innegable crisis dentro de la cual los abusos contra la mujer y el machismo son males que prevalecen. Solo tratar el tema de la violencia en el plano político contra mujeres opositoras como las Damas de Blanco por parte de las mismas esferas de poder ya es amplia tela que cortar y que merece un análisis aparte. En Cuba, sí hay violencia de género y machismo, aunque la hija del dictador diga lo contrario.
Nota: el nombre de la joven mencionada ha sido cambiado.
Poster: No más violencia doméstica en Cuba, Rolando Pulido, 2015.
Poster: No más violencia doméstica en Cuba, Rolando Pulido, 2015.
Como siempre te digo, Yoaxis, tienes una facilidad para llegar a todo tipo de lector, que le falta a muchos. Excelente artículo. Lo acabo de compartir.
ResponderEliminarMuchas gracias por tener la paciencia de leer mi querida Mayra. Historias de la Cuba que bien conocemos.
EliminarCiertamente los casos como ese abundan.En mi pueblo natal abundan. Al borracho lo dejan la noche en el calabozo y al otro día lo sueltan u como está molesto por haber sido delatado, al día siguiente lo hace peor.
ResponderEliminarExactamente, no estamos exagerando, las leyes que deben proteger a las mujeres son un relajo en aquella Isla finca de Raúl Castro. Gracias por leer y comentar.
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