lunes, 30 de julio de 2012

¿Libertades en Cuba?

No sé qué está pasando con algunas personas e instituciones en el mundo, pienso que
padecen de una especie de letargo que no les permite percibir la realidad cubana, o
simplemente se conforman con lo que el antidemocrático gobierno del país les informa
y dibuja. La Cuba profunda es otra cosa, muy lejana a los informes y estadísticas que el
desgobierno ofrece a la opinión internacional. El simple hecho de ver a la nación sumergida en
la quiebra y el desequilibrio causados por más de cincuenta años bajo el mismo sistema, con
gobernantes cuya extrema autosuficiencia les ha llevado a creer que son dioses inmortales,
todopoderosos e insustituibles, ya basta para que el mundo libre comprenda que en la
pequeña isla antillana, la democracia y la libertad salieron al campo un día y al parecer no
encuentran el camino de regreso a casa.

Tampoco logro explicarme la razón por la que el pueblo de Cuba no toma de las riendas y se
libera de una vez y por todas de lo que tanto le agobia. A las claras se puede percibir, solo hay
que tener un poco de buena vista, que el país sucumbe, que sus habitantes están descontentos
del diario vivir, aunque lamentablemente la respuesta a esta infelicidad sea la alta tasa de
emigrantes, de suicidios, de alcoholismo, de delincuencia, los bajos índices de procreación que
resultan en una población envejecida, la enajenación y el mutismo.

Hablar de libertades en Cuba es casi doloroso, el monosílabo más recurrente es el No: No
libertad de expresión; No libertad de prensa; No libertad de afiliación política o de partido (en
un sistema monopartidista); No libertad ideológica; No libertad de información; No libertad
de reunión o agrupación; y una libertad religiosa muy entre comillas, donde la separación
iglesia-estado solo compete a la iglesia, porque el estado constantemente ejerce su dominio
injerencista sobre las diferentes denominaciones, asociaciones, etc., manipulando al liderazgo
eclesial, siempre amenazante, chantajista, con aires de superioridad. Realmente no sé a qué
le llaman separación iglesia-estado, cuando la primera es supervisada en todo por el segundo,
cada paso que da, cada decisión que toma. Continúan latentes además las interrogantes que
el mismo Benedicto XVI planteara en su reciente visita al país: ¿cuándo se devolverán en su
totalidad las instituciones que la Revolución en sus primeros años confiscó a las iglesias?;
¿cuándo se podrán crear nuevas instituciones educacionales de carácter religioso para que las
actuales y futuras generaciones de creyentes se eduquen, no bajo la doctrina del marxismo
leninismo, sino bajo la enseñanza de la Biblia? ¿Cuándo las instituciones religiosas podrán
abrir sus propios espacios radiales y televisivos, tener sus publicaciones periódicas, imprentas,
editoriales y librerías? ¿Será que negar esto a las iglesias no es en buena medida ultrajar la
libertad de las mismas?

Por otro lado sería interesante señalar que todos los elementos que privan a los creyentes en
Cuba de su genuina libertad, al ser restaurados, si lo fueran, deben serlo para todos, sin
distinción, incluyendo, como dijera Percy Francisco Alvarado Godoy en su post: “Otra falacia
de Radio Martí…”, a las “diminutas e irrelevantes congregaciones adscritas a la Convención
Bautista Occidental, así como al Movimiento Apostólico”, este último no legalizado por el filtro
censor del famoso Registro de Asociaciones del Comité Central. La gran falacia radica, y

créanme esto ya es más que “un lodazal de mentiras”, en decir que en Cuba su desgobierno, y
cito al mismo autor antes mencionado: “jamás ha torturado o perseguido a pastores religiosos
por sus creencias, independientemente del tamaño de sus denominaciones, su aislamiento o
falta de una red de apoyo a nivel nacional o internacional.“ Pienso que el término, jamás, es
demasiado amplio. Aunque claro este autor al que hago alusión está siguiendo los pasos de su
máximo guía, el hoy líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, quien tuvo el
impudor de declarar en la entrevista “Fidel y la religión” que en Cuba nunca se había cerrado
ningún templo. En el pasado no muy lejano, a penas la década del 60 del anterior siglo, los
dictadores, por entonces enemigos acérrimos de la religión, crearon los campos de
concentración UMAP, a donde fueron a parar cientos de pastores y líderes de iglesias. Muchos
templos fueron literalmente cerrados, entre ellos el de la Iglesia Bautista Ebenezer de
Taguayabón, de la cual soy miembro. Los creyentes no eran avalados para entrar a las
universidades del país, muchos perdían sus trabajos si decidían permanecer fieles a su fe. Los
templos se vaciaron dando paso a la era de la ideología comunista, con su carácter ateo y
materialista, que en la versión de Fidel Castro tomó aspecto de exterminador de la
espiritualidad de un pueblo por naturaleza creyente.

La tan cacareada Constitución cubana actual, a la vez manipulada por los dueños de todo
en el interior de la isla, dice en su artículo 8, reconocer y respetar la libertad de conciencia y
de religión, deberían si fueran honestos colocar una cláusula a este artículo: solo si quien la
profesa es revolucionario, practica el fidelismo y ha aprendido a asentir a todo cuanto se le
ordene por parte de las instancias gubernamentales. La cláusula está implícita, aun cuando
continúa diciendo el artículo que las instituciones religiosas están separadas del estado. El
artículo 55 expresa: que el estado reconoce, respeta y garantiza la libertad de conciencia y
religión. Sería reiterativo explicar esta gran mentira, un país donde quienes piensan diferente
ideológica y políticamente son encarcelados, detenidos arbitrariamente, amenazados,
repudiados y siempre bajo el mismo pretexto difamatorio de que son asalariados del imperio o
mercenarios. En el egocentrismo atroz de los Castro y sus seguidores los “revolucionarios” no
caben las mentes diferentes, le temen a la pluralidad, como el temor que le tienen los tiranos a
los de fe verdadera y convicciones firmes.

De cualquier modo y sin comprender aun qué pasa con quienes se proclaman libres en el
mundo, y con el pueblo cubano tan carente de sus derechos más elementales, yo prosigo
aquí dentro de la sofocada Cuba y en esta “diminuta e irrelevante Convención Bautista de
Cuba Occidental”, para mí llena de tradiciones hermosas y una profunda historia de más de
cien años, con paladines de la fe como lo fueron el muy cercano a Martí, Alberto J. Díaz,
colaborador en las luchas independistas contra la colonia española; Luis Manuel González
Peña, quien en el tiempo más oscuro de los creyentes en Cuba dijera a un funcionario que
le pronosticó el fin de las iglesias en el país, que habría iglesias para rato, y otros. Creyendo
en un Jesús que no comulga con los poderosos egocéntricos de este mundo, sino con los de
abajo, con “las inmensas minorías” y que en definitiva, fue seguido por muchos, para luego ser
abandonado por la gran multitud, incluyendo a sus discípulos, y que también fue crucificado
por muchos y aceptado por pocos.

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