miércoles, 9 de enero de 2013

A propósito de cuentas congeladas

Por: Mario F. Lleonart
Me sorprendí días atrás cuando el régimen de Cuba salió en defensa del CLAI a quien supuestamente el gobierno norteamericano había congelado cuenta bancaria en Miami que debía utilizarse para Congreso de esta asociación de iglesias a celebrarse en territorio cubano el próximo año. Cual si el moribundo sistema cubano no hubiese sido un probado violador de la libertad religiosa en sus más de 50 años de permanencia en el poder intentó a estas alturas engañar a alguien en el mundo dándoselas de paladín de la libertad religiosa. El raulismo lanzando piedras olvidándose de su maltrecho tejado de vidrios.
No es posible en un post, porque se necesitan libros, y ya hay algunos, para detallar tanta violación a los derechos de la libertad religiosa en Cuba. Pero a propósito de cuentas congeladas es hora ya que el régimen cubano permita acceder a su cuenta bancaria a la Primera Iglesia Bautista La Trinidad de Santa Clara. Esta iglesia con 105 gloriosos años de historia en esta ciudad central de la isla no puede acceder desde hace algunos años a una cuenta bancaria que abrió desde hace 24 años. Alrededor de 27000 USD, donativos en su mayoría de iglesias hermanas en EE.UU permanecen inaccesibles para esta iglesia que los necesita para su funcionamiento y especialmente para concluir la reconstrucción de su templo que desde hace años se viene realizando.
Hablo con toda propiedad. Mi esposa Yoaxis Marcheco y yo desde 2006 servimos como profesores en el Seminario Luis Manuel González Peña que esta iglesia fundó en el 2000 y que, a propósito, no ha obtenido el debido reconocimiento jurídico a pesar de que si cuenta con todo el respaldo, no solo de la iglesia, sino de la Asociación Convención Bautista de Cuba Occidental a la que estamos afiliados, y a pesar de realizar los trámites que la misma Caridad Diego Bello, Jefa de la Oficina de Atención a los Asuntos Religiosos recomendó hace unos meses en reunión sostenida con esta iglesia. Se constata la necesidad que tiene el Seminario de que la iglesia pueda acceder a su cuenta.
Sospecho que nuestra presencia como profesores en el Seminario tiene algo que ver con esta cobarde presión política o chantaje. Pero estoy seguro que son más las causas de la burda represalia. Es bien sabido que el Rector del Seminario, pastor jubilado de la iglesia tras más de veinte años de abnegado trabajo, y quien nunca accedió a presiones ni chantajes, ni como pastor de la iglesia ni como líder histórico de la Convención, el Reverendo Homero Carbonell, tampoco ha sido santo de la devoción de las autoridades políticas, como lo prueba su famosa carta hecha pública en el culto magno de su jubilación el Día de la Reforma Protestante, 31 de octubre de 2010. Como si fuera poco, su encantadora esposa Migdalia, y su hijo Asbel, líder de adoración de la iglesia, también son profesores en el Seminario, y su otro hijo Daniel es uno de los más destacados músicos de la iglesia, y un reconocido compositor de la música cristiana en Cuba. De no ser nosotros la causa de esta arbitrariedad, cuál entonces. El pastor actual de la iglesia, el Rev. Juan Carlos Mentado, en el corto tiempo que lleva en la dirección de esta iglesia ha sido un líder solicito y cumplidor de sus deberes. Yo también un día lo fui. No dudo que con los procederes tan violatarios a las libertades de su iglesia en un poco de tiempo más este apreciado hermano pase a formar parte de esta lista negra en la que ya nosotros nos encontramos. Dios no lo quiera.
Preocupado por la cuenta del Clai contacté con funcionarios de la Oficina de Intereses de los EE.UU quienes me informaron de la disposición de su gobierno a colaborar con esta asociación de iglesias latinoamericanas para esclarecer este malentendido, y acerca de lo cual ya se habían dirigido al Consejo de Iglesias de Cuba (CIC), lo cual me alegra mucho ya que concedo losl mismos derechos que defiendo a estos hermanos. Espero que el Clai pueda también reaccionar en solidaridad nuestra y no se deje engañar por este sistema que es harto conocido como violador de las libertades religiosas. Ojalá que su Congreso en Cuba el próximo año sirva para condenar proféticamente tantas arbitrariedades contra tantos creyentes en nuestro país pues lamentablemente la cuenta congelada de la Primera Iglesia Bautista La Trinidad de Santa Clara es un asunto más entre tantos otros que constituyen flagrantes violaciones a la libertad religiosa en Cuba.
Como simple profesor del Seminario Luis Manuel González Peña de la Primera Iglesia Bautista La Trinidad de Santa Clara agradezco a todos aquellos que al enterarse de la acusación que el régimen cubano, como supuesto defensor del Clai realizaba a los EE.UU, y que reaccionaron por contraste ante la arbitrariedad de la conocida cuenta inaccesible para la iglesia en Santa Clara. Ante la necesidad de esclarecer un poco más los detalles me decidí a hablar y para los que quieran sumarse, en este Día Internacional de los Derechos Humanos, derechos de los que los bautistas en nombre del señorío universal de Cristo que proclamamos hemos sido siempre defensores, estoy lanzando la campaña en Twitter que utiliza como emblema la etiqueta #DescongelenLaCuenta. Hasta que descongelen la cuenta ya que, al menos yo, voluntariamente, no me pienso marchar del Seminario.

Navidad ayer y hoy

  Por: Yoaxis Marcheco
Con frecuencia recuerdo la letra de aquella canción de Carlos Varela, tarareada por muchos y muchas de mi generación: "No tuve Santi Claus, ni árbol de navidad..." Y la recuerdo no solo como la canción de moda de esa etapa de mi vida, sino como la realidad social que rodeó mis años adolescentes. Desde siempre he creído en el Dios Bíblico, y por supuesto, en la historia del Hijo que nació en la humilde y casi olvidada aldehuela de Belén, Jesucristo. Aunque sé que Santa Claus y el árbol navideño no son elementos de esa primera y auténtica navidad judía, desde niña eran para mí símbolos de fiesta y de júbilo, como los sombreritos y la piñata que no deben faltar en el cumpleaños de un niño cualquiera. Pero en los primeros años de mi vida, en Cuba estaban terminantemente prohibidos los adornos y las virutillas navideñas. Era pecado capital encender las luces de colores en establecimientos públicos, ya fueran mercados o cualquier otra entidad, y quien lo hiciera en su casa, corría el riesgo de ser mal visto por los vecinos del Comité, y que luego el jefe de la cuadra no le recomendara para los estudios en universidades o para la obtención de empleos. Celebrar la Navidad era sinónimo de ser creyente, y ser creyente era indicativo de ser desafecto al Gobierno, inadaptado del sistema, y entildado además por los marxistas como: ignorante, incapaz,                         Navidad Cubana Tomado de Religión en Revolución            elemento adormecedor  
de la razón y la inteligencia de los pueblos.
Así y todo, a diferencia de Carlos Varela, yo pude gozar la emoción de aquellos árboles hechos de gajos naturales, que comenzaban verdes y terminaban la temporada navideña totalmente secos, pero siempre llenos de vida, iluminados con decenas de bombillas incandescentes de sesenta watts, pintadas con pintura de vinil y muchas veces fijas, sin poder parpadear, porque los recursos no nos daban para tanto. Entre las hojas y  en la base del árbol, grandes tiras de algodón blanco simulaban la nieve, y en la cúpula una estrella enorme, hecha de cartón y coloreada de amarillo, casi dorado, venía a imitar el lucero que resplandeció en la noche feliz del nacimiento del Mesías.                                    
 No habían regalos, eran tiempos de muchas necesidades, aunque sí los hermanos más ingeniosos hacían pequeños muñecos de tela, pequeños santi claus que los niños podíamos llevar a casa para fantasear un poco con la leyenda del hombrecito gordinflón que montado en un trineo tirado por renos, viajaba por el mundo repartiendo juguetes a los niños de buen comportamiento. Recuerdo la pregunta que una de mis amigas de la infancia hizo a su madre en ocasión de un día de reyes: ¿Acaso Santa no ve que yo me porto bien, entonces por qué se le olvidan mis regalos? Confieso que fui incrédula con respecto a Santa, aunque siempre he disfrutado el día de Reyes  recordando los regalos que los magos del Oriente pusieron a los pies de Jesús. De niña era imposible creer en el gordito del trineo, los regalos brillaban por su ausencia, pero a pesar de eso era bueno  ver brillar las luces del árbol en la iglesia y escuchar las cantatas navideñas. Foto tomada de Blog Religión en Revolución
Hoy cuando las luminarias y las guirnaldas de colores adornan entidades estatales y tiendas, cuando tener un arbolito en casa no es nada del otro mundo, cuando al menos una vez al año los “militantes” del Consejo de Iglesias de Cuba ofrecen homilías radiales, y conciertos navideños televisados dentro del marco bien controlado de la televisión oficial, parece que todo va viento en popa en lo que a relaciones Estado-iglesia se refiere. Esas relaciones, que no van tan viento en popa como aparentan y 
mucho menos a toda vela, solo dejan comprender al buen entendedor que el Estado cubano actual le guarda el vinagre a las iglesias y que un número considerable de estas últimas solo trata de sobrevivir y readaptarse a la cobertura aparente que se le ofrece.
En mi caso particular añoro aquellos gajos secos llenos de amarillentas bombillas, pero con iglesias verdaderamente sanas en el espíritu y centradas en el amor cristiano. Iglesias que eran poderosas en lo poco y que dieron lecciones valiosas de arrojo y dignidad  cuando recibieron el ataque voraz del gobierno revolucionario. 
Todavía hoy el mismo sistema político de antaño impera en Cuba, convenientemente trata de variar su facha, e incluso ir hasta el extremo de negar lo que la historia ha dejado en la mente y el recuerdo de muchos creyentes cubanos de aquellos aciagos tiempos. Pero, aunque la navidad nunca se ha dejado de celebrar en Cuba a cualquier precio por los creyentes sinceros y comprometidos con la fe,  Carlos Varela y su famosa canción sigue siendo un testimonio vivo e incuestionable  del pasado no tan lejano, cuando tararear un villancico, prender un árbol o colocar un nacimiento, era más cuestionable que robar un banco.

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