jueves, 7 de noviembre de 2013

Algo sobre mi viaje a USA

Casi llevo dos meses en USA. Confieso que a mi cuerpo le ha costado mucho adaptarse durante el tiempo que he permanecido acá. Malas digestiones con vómitos frecuentes. Los automóviles me ocasionan mareos, y los cambios de temperatura (frío en interiores y calor agobiante en exteriores) me producen cefaleas; el a penas caminar me hace sentir oxidada y con cierta sensación de cansancio.  A pesar de todo esto, he tenido jornadas intensas acá en USA, y he podido exponer en muchos espacios de gobierno e informativos las principales inquietudes acerca de la situación dentro de la Isla de Cuba referentes a la libertad religiosa y en otros órdenes.

Una de las cosas más positivas, y que más extrañaré cuando retorne a mi país, es el uso ilimitado de Internet. He tenido acá la posibilidad de revisar diariamente mi cuenta en Twitter, ver mi lista de seguidores y seguir a algunos. Algo imposible cuando estoy en Cuba. Llegar a Twitter desde allá adentro es milagroso y es como caminar a ciegas, tanteando los espacios que no veo para no tropezar.

Tener acceso a los medios informativos y de comunicación acá en USA ha sido para mí una experiencia extraordinaria. Pero aún más ver como las iglesias en esta gran nación tienen la libertad de poseer sus propios medios radiales o televisivos. La libertad de expresión es algo muy positivo, y solo espero que nadie, ni nada destruya en Estados Unidos este gran espacio que el pueblo norteamericano ha logrado alcanzar.

He podido evidenciar el daño antropológico que me ha ocasionado el Régimen en Cuba en cosas aparentemente simples. Ver la sociedad norteamericana y sus avances tecnológicos, es como vivir un mundo de ciencia ficción. Desde lo más sencillo hasta cosas más complejas. Mi miedo a caerme cuando iba a tomar una escalera rodante en los aeropuertos o en el Metro de Washington DC. No saber manejar un auto, o leer un mapa para orientarme dentro de una ciudad, o esperar con disimulo que alguien delante de mí se lavara las manos en un lavabo público, porque yo no tenía ni la menor idea de cómo funcionaban los recipientes con gel. Qué decir de mi gran asombro en un mundo donde todo es electrónico.

No he parado de asombrarme por la gran organización y control a todos los niveles que permite el desarrollo y el avance de la nación. No ver a un policía en las calles, solo cuando se les necesita en caso de peligro o ante algún suceso criminal. Y qué decir de la disciplina social y el respeto al espacio individual que favorecen la armonía de la colectividad.

En fin, pese a mis malestares, que deben ser normales supongo, si pensamos que durante casi 40 años he vivido en Cuba sin salir jamás de ella hasta ahora. El viaje a los Estados Unidos ha resultado muy positivo para mi experiencia personal, positivo e inolvidable.

Cuba me espera, y en ella esa realidad triste en la que siempre he vivido y que insisto en creer, se puede cambiar.

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